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Escape

1 - El inicio del viaje.

El ruido de la tormenta y de la fiesta evitó que escuchara la primera llamada de mi padre. Ignoré la segunda. Creía que me marcaba para preguntarme a qué hora recogerme. El no tener licencia era incómodo al regresar a casa de mis padres y volver a depender de ellos para transportarme. La fiesta estaba en su apogeo cuando me volvió a marcar.

– Todavía no pases por mí, por favor
– ¿Ya vieron las noticias? – preguntó de una forma bastante exaltado.
Yo no entendía qué podía ser tan importante como para sintonizar las noticias en esos momentos. Era un simple sábado de diciembre. Si mal no recordaba, esos días la televisión solo mostraba repeticiones de novelas y películas infantiles. ¿Qué podría estar pasando?
– No. No tenemos tele, ¿qué ha pasado?
– Dicen que … llegaron… De la nada... y está sucediendo algo… afuera… Voy a ir por ti... Necesitamos irnos. Ahora. – dijo gritando justo antes de colgarme sin previo aviso.
Había puesto la llamada en altavoz. Sentía que era pertinente que mis amigos escucharan la noticia de la que mi padre me estaba hablando. Todos nos mostramos confundidos. En eso uno de ellos saca su celular y entra a Twitter y nos muestra un video captado por un usuario veinte minutos antes.
En el video, un rayo iluminó el cielo y mostró una superficie metálica entre las nubes. Tenía la forma de un baguette, pero inspiraba miedo y terror. Se movía. En línea recta hacia enfrente. A su alrededor parecía que había un baile. Pequeñas estructuras que parecían moscas desde lejos volaban arrítmicamente y sin razón aparente. La cámara siguió mostrando el panorama, y al parecer, un kilómetro enfrente de esta nave había otra nave similar, paralelamente mostrando a sus propias moscas a su alrededor. El ambiente de la fiesta se tornó sombrío. Asumimos automáticamente que eran una especie de naves espaciales. No todos los días ves dos baguettes metálicos salir del cielo sin anunciarse.
– ¿Dónde fue eso? – Alguien se había atrevido a preguntar eso que a todos nos daba miedo saber.
– Dice que… En esta ciudad.
Alguna vez me habían dicho que el sonido que más terror causa es la ausencia de uno. Y tienen razón. Los treinta segundos de silencio que se escucharon a continuación fueron sepulcrales. Una risa nerviosa rompió el silencio
– No ha habido “apariciones” en el resto del mundo. Al parecer Querétaro es el centro del mundo por primera vez en su historia. – mencionó la persona que nos mostró el video, intentando romper la tensión.
Ya había entendido a mi padre. Tu primera reacción en estos momentos es querer correr. Escapar. Huir. Pero al ser algo de esta magnitud no sabes si podrás hacerlo. Realmente parecía no haber escapatoria. Salimos a la calle para tomar un poco de aire. No nos sorprendió ver como muchos vecinos habían tomado esa decisión. La tormenta parecía estar en sintonía con el sentimiento general de la cuadra. Todos teníamos miedo de voltear al cielo. Al hacerlo, vimos que, efectivamente, los baguettes metálicos se encontraban ahí. Era una escena magnífica si ignorabas el miedo que esto causaba. La lluvia cayendo, los truenos sonando, las “naves centrales” estáticas y su respectivo séquito de moscas volando a su alrededor. Si lo hubiera visto en alguna película, estaría maravillado. Verlo en persona rompió mi ser.

Pasaron unos minutos antes de que viera al coche de mi padre acercarse a la casa. Nunca lo había visto tan pálido. Nunca lo había visto dudar tanto cada decisión que tomaba. Siempre había creído que su responsabilidad y labor en esta vida era proteger a su familia. Nunca había sido tan difícil su labor. El camino de vuelta a casa fue silencioso. No esperaba menos. Mi madre y hermana estaban preparando maletas para irnos. El plan solo era ir al norte. Ir hacia Estados Unidos. Y seguir manejando hasta mi departamento en Seattle. Ya había dado por perdido mi vuelo de regreso. Ni de loco tomaría un vuelo después de esto. Estaba confundido. No sabía que estaba pasando. No sabía que iba a pasar. Lo sentía todo perdido.

Llegamos a casa. Las maletas ya estaban listas. Mi madre nos empacó unos sándwiches para cenar esta noche y desayunar a la mañana siguiente. Subieron al coche y mi padre empezó a manejar rumbo al norte. No contábamos con que muchas familias lo habían pensado y no pasaron diez minutos antes de que nos encontráramos en un embotellamiento. Iba a ser un camino largo y pesado.