Mi relación personal con la tristeza

Hasta hace poco tiempo, solo un puñado de personas sabían de esta pequeña historia. Sufro de depresión y de ansiedad. Y llevo cargando con esto mucho tiempo, pero desde hace pocos meses empecé a tratarlo con terapia. Y esto (que empiezo a escribir después de un ataque de ansiedad a las 2 de la mañana) no es una petición para que me comiencen a tratar de una forma distinta a cómo normalmente lo hacen. Solamente es un testimonio del daño que ignorar la tristeza puede traer en el futuro.

Por varios años he sufrido de cambios de ánimo repentinos. Y de ataques de tristeza "injustificados". Siempre me decía a mí mismo que no tenía razones para sentirme triste y me echaba la culpa de sentirme así. "Hay gente que realmente tiene razones para estar triste, tú no" me decía constantemente. Los ataques de pánico y ansiedad también eran comunes en mi vida. Podía sufrir ataques de ansiedad por cosas tan sencillas como perder unas llaves. Siempre he tenido un miedo hasta cierto punto irracional a perder mi memoria. Siempre he considerado que los humanos no somos más que la colección de nuestras memorias, y mi miedo a perderla ha ocasionado ataques de pánico considerablemente constantes. Pero ignoraba todas las señales que indicaban que no estaba tan bien. Lo ignoraba más que nada porque me sentía egoísta. Y la verdad es que el error no fue ignorar que sucedía, sino ignorar lo mucho que me dañaba a mí mismo. Desde niño guardé y encapsulé mis sentimientos porque era la forma más fácil de seguir ayudando a la gente. Debía estar bien conmigo mismo para poder estar bien con otras personas. Y en mi ingenuidad de niño y adolescente, me convencía de que estar bien significaba ignorar y huir de lo que me hacía mal.

Mi pasado

Esto causó muchas experiencias de crisis en las que todos mis sentimientos embotellados explotaban en gritos, lágrimas y errores. Siempre consideré a mi mente como un bosque enorme al cual me daba miedo entrar porque sabía qué podía encontrar. Y entonces, en vez de intentar averiguar la razón detrás de este miedo y creencia, solo evitaba enfrentarlo. Y a partir de ahí comencé a crear una personalidad que me evitara pensar mucho en eso. Escapar de la tristeza fue sorprendentemente sencillo gracias a la familia, los grupos estudiantiles y la escuela. Comencé a ser una persona siempre dispuesta a ayudar y siempre tratando de sonreír y ayudar a otros a sonreír. Fui tan feliz ayudando siempre que podía, que me acostumbré a nunca decir "no". Mi inseguridad y miedos estaban bien escondidos. Y pocas personas me llegaron a conocer lo suficiente para saber si estaba "bien" o "mal". No importaba. Estaba bien acompañado, feliz y realizado. No había rastro de mis sentimientos embotellados.

Mi primera experiencia con la soledad y la depresión fue cuando me fui de intercambio. Haber ido a Finlandia me enseñó varias cosas, entre ellas, que el "Seasonal Affective Disorder" (SAD) es real y a mí me afecta de una forma particularmente intensa. Recuerdo todavía cómo hubo una semana entera en la que no fui a la escuela y mis hábitos de sueño empeoraron al punto de dormir a las 4am y despertar a las 3pm. Ahí comencé realmente, a sentirme solo. Tuvo que ver un rompimiento sentimental que sufrí, pero esa solo fue la gota que derramó el resto de mis sentimientos. El no tener amigos cerca comenzó a hacerme una persona apática y sin ganas de nada. Descubrí poco a poco lo fácil que era expresarme sin dolor acerca de momentos dolorosos al beber. Y esa comenzó a ser mi vía de escape. Suena cliché y común, pero eso es literalmente lo que comenzó a suceder conmigo. En mi intercambio, en vez de procesar mi tristeza y la fuente de esta, la evité y traté de olvidar. Y funcionó. Funcionó más que nada porque no le estaba causando daño a nadie más que a mí mismo.

Eso cambió cuando las "vacaciones" terminaron y regresé de mi intercambio. Volví a mi ciudad con un ánimo más destructivo que el que nunca había tenido. Y mi apatía, que fue respuesta a la tristeza que no quería admitir tener, contribuyó en gran medida al daño que le causé a más de una persona. Y en ese momento comencé a cambiar. Dejé grupos estudiantiles y me enfoqué en la escuela y mi futuro trabajo. Comencé a ser egoísta y a elegir cosas solamente porque yo quería. Cual película cliché, comencé a evitar sentir para evitar ser lastimado. Y aunque eso hizo que lastimara personas, dentro de mi cabeza, eran ellos o yo. Tuve varios encuentros con hábitos destructivos, pero la realidad era que no estaba solo. Eso evitaba que perdiera la cordura. Claro que tenía ataques de ansiedad y pánico de vez en cuando, pero no necesitaba combatirlos. Podía solo ignorarlos porque no tenía ni tiempo para pensar en eso. Aunque debo aceptar que varios episodios de ansiedad y tristeza en esos momentos fueron muy oscuros, poco a poco los dejé ir. Ese capítulo de mi vida terminó y dio paso a un año bastante feliz. Pero de nuevo, mi error había sido no haber procesado realmente mi dolor y mi tristeza. Mi error fue creer que, porque mis inseguridades, miedos y fobias dejaban de presentarse por un tiempo, iban a dejar de interferir en mi vida.

Mi presente

Hace casi dos años me mudé a una ciudad que no considero hogar, por un trabajo que no me motiva al 100% y sin haber aprendido realmente a vivir solo. Y al hacerlo, perdí la comodidad de una vida con amigos, pareja y familia. Y al final eso comenzó a pesar más que tener recursos y trabajo en una empresa importante. Poco a poco, mi salud mental se fue deteriorando y poco a poco la vida me separó de las personas en quienes podía confiar. Mis inseguridades comenzaron a salir a flote y poco a poco el "no merezco todo lo que tengo" comenzó a ser un pensamiento frecuente en mi cabeza. Mis estados de ánimo se volvieron más solitarios y tendiendo a la tristeza. Me sentía solo. Después de un incidente del que no contaré detalles, los ataques de ansiedad incrementaron y se volvieron más intensos. Las salidas con amigos no funcionaban. Y todo empeoró cuando me llegó la noticia de que estaría alrededor de un año sin poder ir a México.

Y comencé a ir (a regañadientes) a terapia. Al inicio fue difícil. Sabía qué había provocado mi caída. Y teniendo una hermana psicóloga, no le tenía miedo a la terapia. Pero había vivido tantos años fingiendo que nada malo pasaba que fue difícil para mí comenzar a abrirme paso a través del bosque oscuro del que me había intentado alejar. Y lo peor fue que en cuanto comencé a ir a terapia, empezaron a pasar muchísimas cosas en las vidas a mi alrededor que no ayudaron a hacerme sentir mejor. Muertes de seres queridos, ataques violentos y un terremoto, entre otros eventos. Mis ataques ansiosos y tristes comenzaron a ser más frecuentes. En mis peores semanas, tenía más de tres ataques de ansiedad. Y los fines de semana comenzaron a ser un martirio. Era sorprendente si quería salir de la cama antes de las 4 de la tarde. En terapia comencé a darme cuenta de muchos aspectos autodestructivos de mi vida y sobre todo me di cuenta de que esta es una lucha que debía tener tarde o temprano. Yo mismo había dado pie a que esto pasara al ignorar mis problemas y dar por sentado que se solucionarían solos.

Mi futuro

Sabía que esto iba a ser un problema que yo debía enfrentar por mi cuenta y por eso no quise recaer en amigos o familia. Al fin y al cabo, tengo la firme creencia de que estamos solos siempre. Comencé a buscar maneras de transformar mi tristeza en algo menos destructivo. Compré una cámara y empecé a tomar fotos que consideraba melancólicas o felices buscando un balance pacífico. Comencé a escribir lo que sentía. Y comencé a pintar utilizando gises pastel. Sé que tengo las herramientas para transformar mis emociones y sentimientos en algo más. Pero es una lucha constante el convencerme cada día, cada hora, cada minuto que vale la pena seguir. Que vale la pena luchar. Y que vale la pena vivir. Igualmente he entendido que de nada sirve ignorar los momentos difíciles sin haber llegado realmente a la fuente de estos. Si quieres superar algo, la mejor manera es enfrentarlo sinceramente.

Hoy debo admitir varias cosas de mi. Honestamente no creo que "merezca" todo lo que la vida me ha dado. Tengo más inseguridades en la actualidad que cuando era un adolescente. Tengo miedo de lo oscura que puede llegar a ser mi mente. Tengo miedo de mis demonios y de mis cambios de humor. Tengo miedo de la dualidad que existe en mi vida, en la que mi parte racional que comprende la realidad de las cosas a veces es opacada por mis demonios. Me gustaría decir que entiendo qué pasa conmigo, pero la verdad es que no lo entiendo. No entiendo porque en el mismo día me puedo sentir feliz y triste a la vez. No entiendo cómo a pesar de todo lo que tengo, no me siento bien. Tengo miedo de lo cuerdo y de lo poco cuerdo que puedo llegar a ser. A veces me siento triste por ridiculeces. Y a veces cosas serias no tienen ningún efecto en mí. Aceptar la tristeza y admitir mis problemas me ha convertido en una ironía andante que se pone feliz y triste a la vez si le va bien en el trabajo. O si está solo. O si tiene su departamento recogido. O si tiene viajes planeados.

Y eso es algo con lo que debo vivir.

Sé que tengo todo para evitar que todo esto interfiera con mi vida a largo plazo. Sé que soy capaz de ser lo que quiera ser en el futuro sin que la oscuridad nuble mis pasos. Y sé que voy por buen camino; porque si no lo fuera, no podría haber escrito todo esto sin haber entrado en una crisis existencial y emocional. Sé que crear "arte" me ayuda a evitar destruir vida. Y espero que llegue el día en el que no deba responder la pregunta "¿cómo estás?" con una mentira que evite que la otra persona se preocupe.

"In the throes of depression, one reaches a strange point at which it is impossible to see the line between one’s own theatricality and the reality of madness, you know that it is not real, that you are someone else, and yet you know that it is absolutely true. It’s very confusing." (Andrew Solomon, The noonday demon, an atlas of depression)